22 de noviembre de 2011

"Todos necesitamos de un principito de vez en cuando"

Entrevista de creación - Por Melu Weissonh

Son pasadas las cinco y el sol poniente atraviesa las persianas artesanales de cáñamo, estrellas marinas y madera que flamean con la brisa que les regala la abierta ventana a la cual están destinadas a proteger. La proyección de estas sombras bailarinas ilumina las murallas verdeagua repletas de símbolos místicos y frases en varios idiomas escritas con tiza. Descalza, por órdenes imperiales del anfitrión, me siento en la alfombra de motivos egipcios mientras él me acerca una taza de té traído de alguna región de la China.


"El principito", suspira Manuel Bravomonasterio- 25 años, terapeuta floral, maestro de yoga y tarotista en el tiempo que le queda libre -,"Uno de mis libros favoritos", sentencia con una sonrisa al mismo tiempo que enciende un incienso.

La obra de Antoine de Saint-Exupéry cumplió este 6 abril los 68 años desde su publicación. Sin embargo, para Manuel la vigencia del mensaje de este libro se revalida e incrementa año a año. "Lo que el principito viene a decirnos desde su planeta es que tenemos la atención puesta sobre las cosas equivocadas. Nos desvivimos por cosas que consideramos importantes pero que no tienen real valor: son efímeras y superficiales", comenta con énfasis.

La globalización y la híperconectividad nos han ido alejando paulatinamente del contacto presencial con las otras personas, dando al hombre la condición de solitario, y todo indica que es un proceso que, lejos de desaparecer, se irá acentuando con el tiempo.

¿Piensas que el pragmatismo se incrementará en la sociedad en desmedro del crecimiento espiritual de los hombres?

Manuel me mira cabizbajo mientras me responde que, lamentablemente, piensa que así será. Pero luego reflexiona y agrega: “Sin embargo, en algún momento las personas al verse tan alejadas de lo esencial volverán a buscarlo, pues así es la naturaleza del hombre: estamos hechos de materia y forma, como dice Aristóteles, o cuerpo y alma como le nombran muchos otros. No podemos existir si carecemos de alguna de esas partes.
Antoine de Saint-Exupéry lo sabía e intentó transmitírnoslo mediante su obra”

Me decías que es una de tus favoritas. ¿Por qué?

Silencio.
“¿Recuerdas cuando el Principito, antes de marcharse, le dice al piloto que se alegraba de que haya encontrado la pieza que le faltaba a su máquina? Es una metáfora; él apareció en la vida del aviador para acercarlo a la amistad, el amor y a la belleza de la vida. Esa es la pieza que le faltaba a su vida, su máquina. El piloto puede ser cualquiera de nosotros, y tomando en cuenta que vivimos en el siglo veintiuno, todos necesitamos de un principito de vez en cuando” finaliza riendo.
Mientras va por más té, recupera la seriedad y me comenta de las enfermedades de nuestra especie. Dice conocer en carne propia la parodia del contador de estrellas, pues su padre es un acérrimo hombre de negocios, y me confía que su madre lleva 30 años tratando de exprimirle un poco de amor. “Es una lástima que las personas sitúen su centro en algo que le es ajeno a su alma”, concluye.

El crepúsculo es ya evidente y el humo de varios inciensos ha formado una especie de nube suspendida a nuestro alrededor. Bebiendo el último sorbo de su taza, me dice:

“Recuerda, lo esencial es invisible a los ojos”.

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